17 mar 2011

Odio mirar a la gente a los ojos

Odio mirar a la gente a los ojos. Cada vez que tengo que tener una conversación cara a cara con una persona me horrorizo, miro hacia los lados, pongo caras extrañas y muevo compulsivamente mis extremidades, quizás como calentamiento para que estas echen a correr.
No mirar a los ojos según los expertos en gestos corporales denota ser una persona poco fiable, con propensión a la mentira. Quizás sea cierto. Quizás esta animadversión a fijar mis pupilas en las pupilas ajenas venga del placer que me produce tergiversar los hechos. Quizás esta facilidad de la que gozo para reconstruir los acontecimientos según me convengan produzca en mí ese miedo a mirar fijamente a  una persona, a que esta deposite en mi su capacidad de conocer y penetre con facilidad en el interior de mi alma. Quizás sea por eso por lo que rehúyo de los cara a cara, de las conversaciones entre dos personas, de quedar a solas con una persona para pasar un rato charlando.
Porque se que cuando alguien fija sus ojos en los míos busca indagar más allá de lo que yo quiero permitir. Porque se que la torre de barro que construyo con mis conversaciones se destruye con la sola presencia de dos círculos coloridos frente a mi rostro. Porque no quiero que mi don para hacer fácil lo difícil se disipe. Odio los ojos ajenos, incluso los propios, quizás porque me obligan a aflojar demasiado la correa de mis intenciones. 

1 tontos con lápiz:

David dijo...

que buena es esta entrada.

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