11 mar 2011

Carlos Baute me despertó aquella mañana con sus berridos

Carlos Baute me despertó aquella mañana con sus berridos sobre cuatro acordes mal apañados. Miré a mi alrededor para intentar averiguar donde había pasado la noche.Era la habitación de una mujer, eso estaba claro por la decoración y el olor. Me fije primero en sus pósters: sobre el escritorio tenía uno del inconfundible conejito Playboy. A su izquierda, junto a un corcho en donde había dos o tres horarios subrayados con chirriantes fosforitos, se postraba solemne el torso de Cristiano Ronaldo, anunciando algún tipo de producto deportivo, colonia o de yogurt con bifidus activo. Que chica más original, pensé. Intenté mejorar la perspectiva que me daba el estar postrado en la cama para intentar encontrar alguna foto de ella. Que triste era no recordar su cara, ni su nombre, ni siquiera en que ciudad o pueblo me encontraba.
 Traté de levantarme con agilidad, pero mi estado físico era tan terrible que hasta las sábanas me parecían placas de metal. Curiosas las sábanas por cierto, tintadas con el cabezón de una gata con un lacito en el pelo. Levanté los ojos un instante para visualizar la pared que se encontraba a mi espalda y apenas me dio tiempo a colocarme los pantalones para largarme. 
Abrí la puerta con ansiedad y eché a correr por los largos pasillos de lo que parecía una pensión, un manicomio o algún tipo de residencia universitaria. Baje las escaleras de tres en tres hasta llegar a la puerta del edificio. Salude al portero con la naturalidad máxima que permitía mi estado de agitación y continué con mi carrera. Cuando me alejé lo suficiente de aquel lugar busqué un parque. ¿Era de recibo preguntar a alguna persona en qué lugar estábamos?
Localicé tras dar varias vueltas una gran reja dorada, que precedía a un descomunal jardín. Que bien vienen las propiedades públicas cuando no se tiene dinero para pagar un triste café. Leí la inscripción de un cartel informativo situado unos metros más allá de la solemne verja. Parque de Retiro. Curioso para una persona que hasta el día anterior apenas había salido de Logroño un par de veces.
Metí la cabeza en la primera fuente que vi y me tumbé en la hierba. Quería olvidar lo poco que recordaba de aquella noche y del principio de aquel día. Podía haber soportado con estoicidad los pósters pijos de aquella joven (supongo) mujer (espero). Incluso me hubiera quedado un rato charlando con esa persona acerca de los motivos que le pueden llevar a alguien a comprarse unas sábanas serigrafiadas con el logotipo de Hello Kitty. Pero ese trozo de tela con un símbolo tan trasnochado como insultante que se posaba sobre mi cabeza aquella noche y sobre la suya un día tras otro me hizo comprender que no estaba en el sitio adecuado.
Desee por unos instantes haberme follado a una vieja la noche anterior, a una puta ochentona con varices inmensas y chepa prominente, para que al menos ese estúpido paño que presidía su habitación acabase pronto en la basura o en el fondo de una caja heredada por sus familiares con la leyenda “cosas nazis de mamá”. ¿Cómo podía seguir existiendo gente así en el mundo? Y mientras tanto Carlos Baute seguía berreándome al oído, impidiéndome olvidar el tipo de persona con la que había yacido aquella noche.

0 tontos con lápiz:

Publicar un comentario

 
↑Top