18 mar 2011

Y otra.

Y después de tantos disgustos, después de soportar las broncas de un profesor reprimido (solo sexualmente), después de discutir con diestro y siniestro por tonterías en su mayor parte, después de rayarte la cabeza pensando en esa chica tan maja con la que en tu vida has intercambiado unas palabras, después de pensar seriamente que haces metido en una carrera que resulta más sencilla que tus primeros exámenes del instituto, después de planterte si influye tu fuerte carácter en que cada vez tengas menos amigos… después, te tomas una cerveza. 

Una puta cerveza hirviendo en un bar de mierda. Y otra. Y otra. Y miras a ambos lados, en parte por ubicarte, en parte por comprender que personas del grupo con el que has salido esa noche te importan de verdad. Y otra. Y otra. Y empiezas a hablar de chorradas con esos colegas ya reconocidos, chorradas a las que cada vez dais una importancia mayor; ese sombrero de irlandés ya no es sólo un deseo estúpido, sino un objetivo vital. Y otra. Y otra. Y tus extremidades cada vez se mueven con mayor autonomía, impidiéndote mantener un equilibrio decente, haciendo que cada vez las miradas de la gente hacia ti se vuelvan más retorcidas, pero también más difusas.


Y otra. Y vas al baño, donde comprendes que si todo lo que estás expulsando lo has engullido en la última hora estás a punto de tener un disgusto. Y otra. Y otra. Y vuelves al baño, esta vez con otras intenciones. Y te prometes no volver a beber. Y otra. Y otra. Y aparece sobre tu cabeza maltrecha la imagen de tu madre preguntándose que ha hecho mal para merecer un hijo como tu. Y otra. Y otra. Y como la espuma de tus botellines te disipas entre la gente y amaneces, con suerte, tirado en el pasillo de tu piso. Y pese a tener a la orquesta de Machín dentro de tu cabeza tu solo  puedes pensar en el pedo que te vas a coger el finde siguiente.



17 mar 2011

Odio mirar a la gente a los ojos

Odio mirar a la gente a los ojos. Cada vez que tengo que tener una conversación cara a cara con una persona me horrorizo, miro hacia los lados, pongo caras extrañas y muevo compulsivamente mis extremidades, quizás como calentamiento para que estas echen a correr.
No mirar a los ojos según los expertos en gestos corporales denota ser una persona poco fiable, con propensión a la mentira. Quizás sea cierto. Quizás esta animadversión a fijar mis pupilas en las pupilas ajenas venga del placer que me produce tergiversar los hechos. Quizás esta facilidad de la que gozo para reconstruir los acontecimientos según me convengan produzca en mí ese miedo a mirar fijamente a  una persona, a que esta deposite en mi su capacidad de conocer y penetre con facilidad en el interior de mi alma. Quizás sea por eso por lo que rehúyo de los cara a cara, de las conversaciones entre dos personas, de quedar a solas con una persona para pasar un rato charlando.
Porque se que cuando alguien fija sus ojos en los míos busca indagar más allá de lo que yo quiero permitir. Porque se que la torre de barro que construyo con mis conversaciones se destruye con la sola presencia de dos círculos coloridos frente a mi rostro. Porque no quiero que mi don para hacer fácil lo difícil se disipe. Odio los ojos ajenos, incluso los propios, quizás porque me obligan a aflojar demasiado la correa de mis intenciones. 

11 mar 2011

Carlos Baute me despertó aquella mañana con sus berridos

Carlos Baute me despertó aquella mañana con sus berridos sobre cuatro acordes mal apañados. Miré a mi alrededor para intentar averiguar donde había pasado la noche.Era la habitación de una mujer, eso estaba claro por la decoración y el olor. Me fije primero en sus pósters: sobre el escritorio tenía uno del inconfundible conejito Playboy. A su izquierda, junto a un corcho en donde había dos o tres horarios subrayados con chirriantes fosforitos, se postraba solemne el torso de Cristiano Ronaldo, anunciando algún tipo de producto deportivo, colonia o de yogurt con bifidus activo. Que chica más original, pensé. Intenté mejorar la perspectiva que me daba el estar postrado en la cama para intentar encontrar alguna foto de ella. Que triste era no recordar su cara, ni su nombre, ni siquiera en que ciudad o pueblo me encontraba.
 Traté de levantarme con agilidad, pero mi estado físico era tan terrible que hasta las sábanas me parecían placas de metal. Curiosas las sábanas por cierto, tintadas con el cabezón de una gata con un lacito en el pelo. Levanté los ojos un instante para visualizar la pared que se encontraba a mi espalda y apenas me dio tiempo a colocarme los pantalones para largarme. 
Abrí la puerta con ansiedad y eché a correr por los largos pasillos de lo que parecía una pensión, un manicomio o algún tipo de residencia universitaria. Baje las escaleras de tres en tres hasta llegar a la puerta del edificio. Salude al portero con la naturalidad máxima que permitía mi estado de agitación y continué con mi carrera. Cuando me alejé lo suficiente de aquel lugar busqué un parque. ¿Era de recibo preguntar a alguna persona en qué lugar estábamos?
Localicé tras dar varias vueltas una gran reja dorada, que precedía a un descomunal jardín. Que bien vienen las propiedades públicas cuando no se tiene dinero para pagar un triste café. Leí la inscripción de un cartel informativo situado unos metros más allá de la solemne verja. Parque de Retiro. Curioso para una persona que hasta el día anterior apenas había salido de Logroño un par de veces.
Metí la cabeza en la primera fuente que vi y me tumbé en la hierba. Quería olvidar lo poco que recordaba de aquella noche y del principio de aquel día. Podía haber soportado con estoicidad los pósters pijos de aquella joven (supongo) mujer (espero). Incluso me hubiera quedado un rato charlando con esa persona acerca de los motivos que le pueden llevar a alguien a comprarse unas sábanas serigrafiadas con el logotipo de Hello Kitty. Pero ese trozo de tela con un símbolo tan trasnochado como insultante que se posaba sobre mi cabeza aquella noche y sobre la suya un día tras otro me hizo comprender que no estaba en el sitio adecuado.
Desee por unos instantes haberme follado a una vieja la noche anterior, a una puta ochentona con varices inmensas y chepa prominente, para que al menos ese estúpido paño que presidía su habitación acabase pronto en la basura o en el fondo de una caja heredada por sus familiares con la leyenda “cosas nazis de mamá”. ¿Cómo podía seguir existiendo gente así en el mundo? Y mientras tanto Carlos Baute seguía berreándome al oído, impidiéndome olvidar el tipo de persona con la que había yacido aquella noche.

9 mar 2011

A más de cien mil millones de neuronas

Y a grito pelado se desvaneció entre las  suaves sombras de la noche que se hace día. Había sido otra velada extraña, quizás odiosa era el adjetivo más preciso para definirla; no había cosa que él más detestase que sentirse fuera de sitio en donde todos los demás estaban integrados, que estar triste donde todos los demás reían, que intentar conversar donde todos los demás bailaban, que sentirse solo en donde había más gente concentrada por metro cuadrado.
¿Era un tipo extraño? Desde luego. Pero su rareza era una de las más venenosas que se pueden dar en un ser humano, pues él no se sentía  realizado con ella. Había visto a lo largo de su vida a tanta gente anómala que presumía de su singularidad y que se acercaba al concepto de persona feliz que comprendía que su situación era, cuanto menos, dolorosa.
 Él no quería ser distinto. Quería bailar sin remordimientos, quería disfrutar en aquellos bares y discotecas que habían sustituido el olor a tabaco por el de sobaco. Quería ser un borrego más. Por eso comenzó a gritar desconsolado, sabiendo que se encontraba a más de cien mil millones de neuronas de la felicidad.

2 mar 2011

Historia infumable (I)


¿Y ahora qué? Le dije mientras ella se esforzaba por callar mis gritos con lágrimas. Ya nada tenía solución. No era una más de las muchas ocasiones en las que una tontería desembocaba en una riña y esta finalizaba con un festival de polvos. Aquella no fue la gota que colmó el vaso, fue el empujón que hizo que el vaso no pudiese volver a contener  líquido nunca más.
Era muy difícil ponerse en mi situación. Ella había estado siempre conmigo, había antepuesto su relación a los murmullos, me había defendido  ante todo y ante todos. Y sin embargo, tras lo ocurrido, yo solo pensaba en como podría librarme de su presencia sin llamar excesivamente la atención. Era complicado avistar que detrás de esa preciosa cara y de aquellos ojos tan cristalinos se escondiera un ser tan repugnante y oscuro.

Nuestra conversación matinal fue típica por no tildarla de tópica. Como no teníamos nada que decirnos, o peor, como no queríamos tener nada que decirnos, empezábamos a alinear una serie de temas sin relación ninguna, esperando acabar el café de rigor e irnos cada uno a nuestro puesto de trabajo. Los temas que tratamos aquella mañana no eran precisamente nuevos para nosotros: la crisis, las pensiones, los tactos rectales, el deseo de un viaje por Egipto… todos los asuntos eran bienvenidos para robar tiempo al tiempo.

Cuando acabamos de debatir sobre la castración de curas pederastas, ella dejó su taza en el fregadero y se dispuso a coger el abrigo para dirigirse a su despacho. Lástima que aquel día me diese por utilizar  el cuchillo jamonero después de tanto tiempo sin catar jamón en aquella casa. La situación obligaba a tomar una decisión rápida y yo la asumí. Fue una lástima. Me gustaba su opinión sobre el reparto televisivo.

1 mar 2011

Borrando amigos


Esta mañana, una mañana aburrida como casi todas las de un estudiante con horario de tarde, me he puesto a borrar “amigos” del Tuenti. Que duro suena eso. Borrar amigos. Pero es que el concepto de amistad en las redes sociales es tan fuerte como el de un tío que te hayan presentado una noche, una chica que conociste en un botellón o el del chulo de mierda al que ni saludas por la calle. Borrar amigos ficticios. Que bonito sería poder eliminar completamente a una persona con la que ya no quieres tener nada que ver. Por desgracia esto solo puede ocurrir en el penoso mundo en el que personas que llevan años sin leer se comunican escribiendo.
Empecé eliminando a un antiguo compañero de clase que no veía desde hace 2 años. Era un tipo chulillo y vacilón que rara vez aparecía por el instituto salvo para trapichear con hierba y con el que apenas había cruzado un par de palabras. Que triste que cada año nos felicitásemos nuestros respectivos cumpleaños como si fuésemos íntimos. Suprimí después a un par de chicas con las que coincidí en una fiesta en casa de una amiga. Me di cuenta en ese momento de lo realmente penoso que resulta el desear con entusiasmo un feliz año nuevo a una persona a la que ni saludas por la calle.
En unas cuantas ocasiones me plantee durante un largo rato si debía expulsar a ciertos individuos de mi exclusivo y selecto grupo de amigos. Con casi ninguno de ellos tengo más relación que un hola y adiós cuando coincidimos, pero aún así me duele que desaparezcan de mi vida cibernética. Al fin y al cabo, si tuviese que ponerme un filtro medianamente severo apenas me quedarían una decena de mis casi 300 amigos del alma. Es por ello que a muchos de mis candidatos a ex amigos les mantengo todavía, a expensas de volverme más antisocial.
En muchos casos sentía una fuerte liberación al dar a la opción de Borrar amigo . Es como un acto de justicia poética, como volver a palpar el puto teclado sin que este me impulsase a una naturaleza ficticia basada en los eyyy ke tal?, los jajajajj, los XD y las estúpidas caritas formadas por distintos caracteres. A cada persona que impedía acceder a mis datos personales y viceversa me venía una sonrisa a la cara que curaba en parte mi desencanto con mi vida actual. Adiós chaval con el que compartí chamizo y con el que jamás conversé, adiós zorrita que me dio largas una noche pero que nada más llegar a su casa rastreó el ciberespacio para incluirme en su lista de poyas calentadas; adiós chico que fuiste mi amigo en un pasado pero con el que ahora me duele no tener ni la confianza suficiente para preguntarte que es de tu vida (ni siquiera desde el mundo virtual).
No se muy bien el número de personas que borré en el día de ayer, pero debo decir que supusieron lo más parecido a un orgasmo que he sentido en las últimas fechas. Supongo que deberé repetirlo más a menudo, dado que me he dado cuenta de que casi todas las semanas agrego a alguien que no significa nada para mí. En el fondo soy igual de falso y estúpido que todos los demás. XD. :).
 
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